Les voy a hacer un recorrido imaginario en un evento lleno de mujeres. Primero, vas caminando hacia el salón del evento y en tu mente vas pensando: «me veré bien», «estaré muy arreglada o poco arreglada», «quienes estarán», «que no tenga el maquillaje regado o la piel grasa», «estará la chica esta o aquella», etc, etc, etc. .
Entras al salón y sientes que te miran de los pies a la cabeza. ¿Incómodo verdad? Encuentras a tu grupo y vas corriendo donde ellas para poder sentir un poco de seguridad y calor humano. Tus amigas están en el «comay mode» criticando hasta más no poder. «Mira aquella, que ridícula con esos zapatos», «Viste el jevo nuevo de fulanita, está muy lindo para ella», «Juanita no se reconoce, porque no se pone algo más apropiado para su figura» y la lista es innumerable. Y las que son como yo, al final sienten que están en un baile de gallina, porque desearían estar disfrutando con todas y con todos.
Hay quienes nos son así, pero seamos sinceras y dejemos de engañarnos, aunque sea en silencio, miramos y juzgamos. Y lo más importante, para erradicar esa mala conducta, es aceptarlo. Para eso se requiere madurez y honestidad.
Las mujeres somos nuestras peores enemigas. Lamentablemente, si buscas el fondo de toda esta situación, el detonante de estos malos sentimientos es solo uno: los hombres. Y no es que los hombres sean malos, nooooooo mis amores, recuerden que en este espacio no somos feministas radicales, somos humanistas! Desde tiempos antiguos, las mujeres hemos luchado por sobresalir unas de las otras para ganar la atención de la raza masculina, tal como si fueran botines de guerra. Eso, mis bellezas tropicales, podría ser aceptado antes, cuando la mujer solo estaba a la espera de que el príncipe del reino las rescatara, pero, en el mundo de hoy, la competencia entre mujeres TIENE que detenerse.
Hoy día hay una frase trillada que dice: «las mujeres nos arreglamos para otras mujeres». FAIL, FRACASO, LOOSER, como lo quieras poner. Las mujeres debemos arreglarnos para nosotras mismas y las casadas, deben querer agradarle a sus marido (sin perder su esencia, porque por algo se enamoró de ti).
Pero llevemos esto más allá de lo superficial. Las mujeres vivimos en una guerra constante en todos los ámbitos, desde quien es mejor madre, si la que lacta o la que da fórmula; la que trabaja o se queda en la casa; quien es mejor estudiante, quien es mejor profesional, quien es mejor empresaria, quien es más cristiana, o atea, o hippie, o fashion, «you named». Cuando lo analizas, es drenante y perdemos tanto tiempo en eso desde niñas, que si lo calculas, te darás cuenta de todo el tiempo perdido.
Si entraste a esta publicación con expectativas de leer un chisme o historia de mujeres en guerra, lamento defraudarte. Sin embargo, les contaré dos experiencias que han impactado mi vida en este tema de la competencia.
Miss Por Poco
A mis 15 años de edad, tuve la oportunidad de comenzar en un mundo que desde pequeña me llamaba la atención: Certámenes de Belleza. Participé en Miss Puerto Rico Teen 1999 y durante toda mi «preparación» puedo decir que solo me enfoqué en dos cosas, quienes eran mi competencia y por qué. Además, me confié en que mi físico y mi naturaleza elocuente eran suficientes, por lo que no me preparé como era debido. Dos días antes andaba leyendo el manual de posibles preguntas y contestándolas bastante bien para mis 15 años. Un traje de ensueño, uno de los mejores estilistas y el apoyo de mucha gente. Sin embargo, en la pregunta final hice el ridículo. Me puse nerviosa y no supe bien que responder, en fin, terminé tratando de «lamerle el ojo» al jurado y quedé como 4ta finalista. Todo un año y buen desempeño perdido, por no prepararme. ¿Quién ganó? Una de las mujeres que más admiro hoy día: Katiria Soto. Una mujer fajona, que se preparó y utilizó todas las herramientas para luchar por sus sueños, en aquel entonces y en todo lo que ha hecho hasta hoy día. Katiria más adelante se convirtió en mi entrenadora para lo que fue mi regreso y mi triunfo, porque me enfoqué en lo que podía hacer por mi, olvidándome de las demás.
Doy gracias, porque a temprana edad entendí que mi única competencia en el mundo eran todos los obstáculos y hábitos negativos que ponía yo en mi vida.
La sana competencia
Ya desarrollando mi negocio en este último año, tenía bien claro cuales eran mis ventajas, desventajas y objetivos. Analicé la competencia y encontré un nicho. Sin embargo, en el camino me encontré con personas malas vibras que me veían como competencia y se negaron a brindarme la mano. No me atrevía preguntar a nadie a cerca de como conseguir suplidores, desarrollar el plan, NADA. Un hermetismo total. Hasta que llegó una amiga del pasado, que con mi misma visión, me ayudo a recobrar la fe en la humanidad. Mi amiga, tiene un negocio exactamente como el mío y una tarde por chat, se dedicó a darme consejos de como manejar el negocio y a decirme donde podía conseguir las mejores piezas. Me dijo: «la competencia sana es buena, pero en el camino te encontrarás con gente mala». Ella para mi es una total Belleza Tropical, una mujer sin miedos, sin inseguridades, que conoce sus virtudes y que no tiene ningún problema en ayudar a otras a crecer, pues sabe que eso no le va a quitar absolutamente NADA. Las bendiciones se multiplican cuando las compartes con otros.
Practica estos 5 puntos y aléjate de malas vibras que impidan tu crecimiento emocional y profesional.
1. Respeto: respeto a los gustos, las ideas, los valores, estilos de vida. ¿Quién dijo que solo lo que a ti te gusta es lo que esta bien? Si no te gusta, perfecto, pero no hay razón para criticar lo que hace o no hace otra mujer. ¿Cómo te sentirías tu? Respetemos a la madre que se queda en el hogar y a la que trabaja 12 horas para mantener a sus hijos. A la mujer que usa un vestido apretado, o a la que prefiere la discreción. Al final y al cabo, cada una es dueña de su vida y ciriticando no se edifica nada.
2. Seguridad: una mujer que sabe lo que quiere y se conoce a la perfección, no tendrá problema en compartir sus conocimientos y ayudar a otra mujer. Una mujer segura de si misma, no le preocupa compartir su espacio laboral con otra y crecer juntas como equipo. Tampoco luchará por llamar la atención de aquel chico, pues sabe que si tiene que pelear por un hombre, ese hombre no vale la pena. NO SE PELEA POR HOMBRES.
3. Sana competencia laboral/empresarial: esto es, conoces el terreno, conoces tus debilidades y tus virtudes y en vez de enfocarte en lo que hacen otras a tu alrededor, te enfocas en perfeccionar tus virtudes y reconocer tus limitaciones. Y al final, no importa los resultados, te sentirás satisfecha porque diste lo mejor de ti. Una belleza tropical también se alegra del triunfo de las demás.
4. Unión: dicen que «en la unión está la fuerza» y yo estoy totalmente de acuerdo. Nada más hermoso que ver como nos ayudamos unos a otros. Imagina un mundo donde las mujeres seamos un grupo inquebrantable, cuando una se cae, corremos 5 a levantarla. Donde una mujer que quiera crecer y montar su propio negocio, pueda contar con la ayuda de otras que ya lo han logrado. La colaboración es parte del crecimiento como comunidad.
5. Acepta, comprende o aléjate. Acepta a todos como son, ayúdalos a crecer y si hay una persona que desea hacer tu vida de cuadros, aléjala. Mantén distante a personas problemáticas, con sentimientos negativos como envidia, crítica o que estén estancados y no muestren interés en hacer algo para cambiarlo. Hay personas que te pueden arrastras a pozos profundos.
Te invito a que te unas a este movimiento de Bellezas Tropicales.
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